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Los extenuados residentes del vecindario donde vive Julianne Johnson en Asheville han estado sobreviviendo sin electricidad desde que el huracán Helene arrasó el sureste de Estados Unidos la semana pasada y trastornó sus vidas. Han cocinado con estufas de propano y usado pizarrones para mantenerse al día de los acontecimientos locales mientras se preguntan cuándo volverá la luz.
Johnson, quien tiene un hijo de 5 años y trabaja para un grupo de conservación de la tierra, recibió un mensaje de texto de la empresa eléctrica Duke Energy en el que le prometían que el suministro se restablecería el viernes por la noche. Pero al mediodía aún había postes y cables inclinados en ángulos extraños sobre las calles, arrastrados hacia abajo por árboles destrozados.
“No tengo ni idea de lo que sigue”, dijo Johnson, cuya familia tiene algo de electricidad gracias a un generador. “Tan sólo la magnitud de esto por toda la región, es algo sorprendente”.
Johnson y sus vecinos se han estado cuidando entre sí desde que Helene tocó tierra en Florida el 26 de septiembre con fuerza de categoría 4 y trazó una senda de destrucción a medida que avanzaba hacia el norte, matando al menos a 220 personas en seis estados, entre ellas cuando menos 72 en el condado de Buncombe, donde se encuentra Asheville. Líderes locales colocaron pizarras blancas con información sobre quién puede prestar primeros auxilios y dónde se pueden llevar herramientas a reparar.
Cerca de 700.000 hogares y negocios —la mayoría en las Carolinas y Georgia— seguían sin electricidad el viernes, según el sitio web poweroutage.us, el cual monitorea apagones en todo el país. Esto supone una mejora con respecto a los más de 2 millones de clientes que se quedaron sin electricidad hace cinco días, y Duke Energy, el principal proveedor de electricidad de Carolina del Norte, dijo que prevé restablecer el suministro para el domingo por la noche a muchos de sus clientes afectados. Pero para unos 100.000 clientes que viven en lugares que han sufrido daños catastróficos podría ser hasta la semana próxima o después, dijo Bill Norton, vocero de la empresa.
“Estamos hablando de lugares donde las casas ya no existen”, señaló Norton, y añadió que algunos caminos donde había postes de electricidad han sido completamente arrasados.
La compañía dijo que no alcanzaría la meta de restablecer el suministro a casi todos sus clientes en Carolina del Sur para el viernes, y que ahora espera lograrlo para el domingo. La empresa eléctrica Dominion Energy también indicó el viernes que tardaría más de lo previsto en restablecer el suministro en los condados más afectados del estado.
Soñando con una ducha calienteLa tormenta dañó los servicios de agua tan gravemente y en una zona tan amplia que un funcionario federal dijo que “podría considerarse sin precedentes”. Las reparaciones podrían tardar semanas.
La falta de agua potable no hizo más que agravar los males de Asheville.
“Me encantaría poder bañarme”, dijo Sue Riles, quien vive en esta ciudad turística conocida por sus galerías de arte, tiendas y cervecerías. “Sería increíble tener agua corriente”.
Incluso el agua no potable escasea. Algunas personas han estado acarreando baldes de agua de un arroyo para limpiar sus inodoros. Las autoridades también aconsejan recoger agua no potable de una piscina local para las necesidades domésticas.
Sin un restablecimiento completo del suministro de agua, es posible que las escuelas no puedan reanudar las clases presenciales, que los hospitales no restablezcan su funcionamiento normal, y que los hoteles y restaurantes de la ciudad no vuelvan a abrir completamente.
Muertes en todo el sureste del paísEn Florida, una docena de personas murieron en la zona de Tampa. Los peores daños se reportaron en la estrecha cadena de 32 kilómetros (20 millas) de islas de barrera que se extienden desde St. Petersburg hasta Clearwater.
“El agua llegó tan rápido”, dijo Dave Behringer, quien capoteó la tormenta en su casa después de decirle a su esposa que huyera. “Incluso si uno quería irse, no había forma de salir”.
Entre los muertos se encontraba el jubilado Aiden Bowles, que no quiso abandonar su casa en Indian Rocks Beach, en una isla de barrera al norte de St. Petersburg. Su cuidadora, Amanda Normand, le había rogado al viudo de 71 años que se quedara con ella tierra adentro.
“Él dijo: ‘Todo va a estar bien. Me voy a la cama’”, relata Normand sobre la última vez que habló con Bowles por teléfono la noche del 26 de septiembre.
En Carolina del Norte, rescatistas y voluntarios exhaustos seguían sorteando carreteras destruidas, tendidos eléctricos caídos y deslizamientos de tierra para llegar hasta las personas aisladas y desaparecidas.
“Sabemos que son momentos difíciles, pero por favor sepan que vamos a llegar”, dijo el jefe de la comisaría del condado de Buncombe, Quentin Miller. “Vamos a llegar por ustedes. Llegaremos a recoger a nuestra gente”.
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Los periodistas de The Associated Press Gary D. Robertson, en Raleigh, Carolina del Norte; Jeffrey Collins, en Columbia, Carolina del Sur; y John Seewer, en Toledo, Ohio, contribuyeron a este despacho.